De la victoria de Boca sobre River del 8 de abril de 2001, con un categórico 3-0, los hinchas no recuerdan un gol ni una jugada. Increíblemente ese partido quedó inmortalizado por un festejo: se transformó en el clásico del Topo Gigio, por el particular modo en que Juan Román Riquelme celebró su tanto, desafiando a Mauricio Macri, por entonces presidente del club.
Hace 22 años, el Boca de Carlos Bianchi recibía a River por el Torneo Clausura, que a la postre ganaría San Lorenzo. El partido se abrió en el segundo tiempo con un golazo de Hugo Ibarra (de zurda, desde afuera del área), por el que luego también se hizo famoso el reproche del técnico millonario Américo Rubén Gallego a Damián Álvarez, que debía marcarlo al ahora extécnico del Xeneize.
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A los 20 minutos del complemento, el árbitro Héctor Baldassi marcó penal para Boca y Riquelme se hizo cargo de la ejecución. Franco Costanzo se arrojó hacia su derecha y logró desviar el remate del 10. La pelota se elevó y cayó lentamente poniéndole suspenso a la jugada. Román llegó antes que nadie para meter la frente y mandarla a la red. Era el 2-0.
Sin gritar el gol, el crack se fue abriendo paso entre sus compañeros que querían abrazarlo y se paró justo en la línea de mitad de cancha, de frente al palco oficial ubicado en las plateas, haciendo el gesto del Topo Gigio.
Su intención era desafiar al presidente Macri, que en realidad estaba enfrente, en su propio palco y acompañado por Isabel Menditeguy -su esposa en esos momentos-, como diciéndole, a través de ese gesto, “quiero escuchar como gritás mi gol ahora”.
La relación entre el máximo dirigente del club y Riquelme atravesaba momentos tormentosos, debido a un problema económico. El jugador pretendía que se le hiciera un reconocimiento por su extraordinario rendimiento y se le mejorara el contrato.
Sostenía que su prima era del mismo monto que la de un pibe recién surgido de inferiores, y él venía de ganar tres campeonatos locales, una Libertadores y la Intercontinental en Japón, oportunidad en la que humilló a Real Madrid.
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Empezó así una novela con acusaciones cruzadas a la que Macri le puso fin unos días antes del Superclásico asegurando que el tema estaba solucionado con la venta de Riquelme a Barcelona, por 26 millones de dólares.
Esas declaraciones pusieron furioso a Riquelme, porque se enteró por los medios de esa transferencia, a la que no había dado su consentimiento y en la que no tomaba parte su representante, Marcos Franchi, tal como él había exigido.
El jugador se sentía maltratado y manoseado por el presidente del club, por eso quiso mostrar su enojo en la celebración del gol, ante la desesperación de algunos compañeros, que querían evitar el escándalo. “El festejo fue para mi hija, que es fanática del Topo Gigio”, declararía luego Román, con ironía.
A partir de ese momento, Riquelme repitió su emblemática celebración en otras oportunidades y quedó patentado como el festejo del Topo Gigio. El propio Macri lo ha utilizado en campañas políticas, como riéndose de sí mismo y recordando con gracia aquel episodio.
El Topo Gigio, un personaje entrañable creado en Italia en 1959, se hizo muy popular en Argentina en los 60, con Juan Carlos Mareco, y tuvo una larga trayectoria en la televisión, acompañando a los niños con su mensaje antes de irse a dormir y pidiendo “el besito de las buenas noches”.
El gesto de Riquelme fue imitado por futbolistas de todo el mundo y en el reciente Mundial de Qatar ocupó la primera plana de los medios cuando Lionel Messi lo utilizó para expresar su bronca contra Louis Van Gaal, DT de Países Bajos, en el duelo que terminó con victoria de la Scaloneta por penales.
