Boca Juniors había atravesado el campo fértil que lo llevó a la gloria continental y mundial con Juan Carlos Lorenzo como técnico, a fines de los 70, pero a principios de los 80 dio uno de los grandes golpes de mercado en la historia del futbol argentino cuando contrató a Diego Armando Maradona . Fue un pase que le permitió ganar un torneo, el Metro de 1981, a costa de una ingeniería financiera que lo llevó a programar exhibiciones en lugares recónditos.
Así, el Xeneize y Maradona desembarcaron en 1982 en Japón como parte de una estrategia de marketing para ganar nombre pero, sobre todo, recaudar dinero en una gira por demás de intensiva: el equipo de la Ribera jugó tres partidos en apenas nueve días en el continente asiático, tal la programación diagramada por el entonces presidente del club, el chocolatero Martín Benito Noel.
Boca venía de ser campeón en el Metropolitano 1981, pero ya no estaba Silvio Marzolini como entrenador, sino que el DT era Vladislao Cap. Pelusa, aún con la sangre en el ojo por su ausencia en el Mundial de 1978, se preparaba para jugar la Copa del Mundo en España mientras estaba en la órbita de la gran mayoría de los clubes potencia en Europa.
El Xeneize no solo pasó por tierras niponas en aquel enero de 1982: los jugadores que vestían la casaca azul y oro también hicieron escala en Estados Unidos y en Centroamérica.
La gira de Boca por Asia: Maradona, protagonista ante Japón
Por ello, el saldo final de la gira, que sirvió para recaudar dinero que fue a parar a las arcas de la institución, mostró una recorrida por seis países en tres semanas. El primer desafío fue frente a el combinado nacional de El Salvador, en Los Ángeles; ya consumado el triunfo, la siguiente parada fue en Hong Kong. Allí, el equipo de la Ribera derrotó al Seiko y repitió la victoria ante el Selangor en Kuala Lumpur, con un tanto del 10.
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Posteriormente, los pleitos frente a los samuráis generaron una revolución en todo el país: ocurre que en 1979, Maradona había sido la gran figura del Campeonato Mundial Sub-20 que se había disputado en Japón. Diego, por supuesto, había encabezado la consagración del conjunto que comandaba César Luis Menotti. Por ello, todos los estadios se llenaron ante la presencia del astro oriundo de Villa Fiorito.
El primer partido de la trilogía se jugó el 16 de enero, en un antiguo Estadio Nacional lleno. El 1-1 final (Oscar Ruggeri anotó para los argentinos y Takeshi Koshida hizo lo propio para el seleccionado) no le hizo honor a la performance del crack: repartió gambetas, caños y jugadas magistrales que fueron captadas por las cámaras. Ya el 20, con un combinado B, los nipones sorprendieron y comenzaron imponiéndose por 2-0, pero apareció el mejor de todos los tiempos.
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Pelusa llegó a compartir un video de aquel cotejo a través de sus redes sociales oficiales: a los 4 minutos del complemento, y con un movimiento de su sello, definió cruzado para descontar. Poco después de la igualdad sellada por el Tigre Gareca, Maradona construyó y terminó una gran acción colectiva para dar vuelta el resultado. El domingo 24, ya con el primer equipo japonés, Diego convertiría la única conquista del duelo.
“Su cuerpo era como una roca. Incluso, si lo golpeabas, no tropezaba. La pelota estaba pegada a sus pies. Jugando con él sentías que era una persona diferente, es un Dios”, graficó Hideki Mada, que se desempeñaba como capitán del elenco asiático en aquellos tiempos. Boca, a los dos días, se vio obligado a emprender rumbo hacia México: en tierras aztecas, venció 2-0 al América e hizo lo propio con Comunicaciones de Guatemala.
Seis meses después del tour, Maradona tendría su primera experiencia en el exterior y recalaría en el Barcelona, donde alternó buenos y malos momentos. En 1987, ya con la casaca del Napoli, el astro volvería a Japón para formar parte de un amistoso. El fervor y la pasión por el 10 argentino, que fue campeón del mundo en 1986, no tiene fronteras.