Fue Carlos Bianchi, a principios de abril, el primero que pidió “paciencia” cuando arreciaban las críticas contra Sebastián Battaglia. Las palabras del “Virrey” aparecen hoy como lógicas, pero en aquel momento iban a contramano de los cuestionamientos despiadados que recibía el equipo. Boca, como lo planteamos en esta columna, tenía chances concretas en los tres torneos que estaba disputando.
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Era un despropósito absoluto cortar a mitad de camino un ciclo que había sido renovado tres meses antes y que mantenía intactas las ilusiones de clasificar en todos los frentes. Sin embargo, gran parte de la prensa deportiva hablaba de “ciclo terminado” y aseguraba que la dirigencia estaba esperando “un gesto de Battaglia”. Incluso se barajaban nombres de posibles reemplazantes como Walter Pico o Hugo Ibarra.
Pero fue hace exactamente un mes, en plena “tormenta”, cuando Battaglia llegó al predio de entrenamiento en Ezeiza tras la amarga sensación que había dejado el empate frente a Godoy Cruz, y soltó la frase que se transformó en la piedra fundamental de su trabajo: “Tengo fuerzas para seguir”. Desde el Consejo de fútbol, más allá de las versiones periodísticas, solo surgieron palabras de apoyo y así, “el momento límite” se transformó en el envión que necesitaba el equipo para sumar resultados positivos y para mejorar su rendimiento futbolístico.
Siempre se notó compromiso de los jugadores, pero desde la frase que disparó el DT, también repuntó el funcionamiento. Llegaron buenas actuaciones contra Barracas, Tigre y Defensa en la Copa de la Liga y un triunfo en La Paz por la Libertadores. ¿Las bases? Solidez defensiva, Alan Varela afirmado como volante central, Sebastián Villa desequilibrante y Darío Benedetto haciendo goles importantes. Para dejarlo claro: el juego de Boca no ha sido una maravilla. Fue menos que Racing, pero zafó en los penales. Su funcionamiento, que rara vez es brillante o explosivo, se consolida lentamente. Es verdad que, con lo que muestra, le sirvió para ganar el torneo local, pero todavía no da garantías. Lo saben los hinchas de Boca, lo tiene claro Battaglia y también el Consejo de fútbol.
Lo que también asoma con claridad es que echarlo hubiera sido una pésima decisión y, además, una medida antipática contra un ídolo del club que está dando sus primeros pasos como DT. No había motivos válidos para tomar semejante determinación y, como lo planteamos en su momento, era injusto el modo en el que se buscó erosionar a una figura histórica.
Ahora, Battaglia luce fortalecido. Para adentro y para afuera. Será clave que, con la paciencia que aconsejó Bianchi, siga creciendo como entrenador para afrontar con chances de éxito los desafíos que se le acercan.
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