El camino está congelado. El cielo luce amenazante. Amanece en el fin del mundo, y el GPS nos dice “han llegado a su destino”. Nuestro destino, en Ushuaia, es el valle de Tierra Mayor, y lo único que vemos, de un lado y del otro de la ruta nacional número 3, son lengas. Ahí nos espera Miguel Isla Casares, en su casa, una carpa en medio del bosque, en donde vive junto con su familia, diez perros Alaskan Husky. Este hombre de treinta y cinco años, nacido y criado en San Isidro, en la provincia de Buenos Aires, es el actor de una aventura que aún se está escribiendo, su gran sueño: participar del mundial de mushing, la carrera de trineos tirados por perros más extrema del mundo.
Comienza a nevar. La temperatura bajo cero no se sufre por la magia del paraje, y por el té con jengibre que nos convida Miguel. Sus perros esperan ansiosos la hora de juegos, que no es ni más ni menos que el primer entrenamiento en el valle Carvajal. Así transcurren los días y las noches de ese equipo que parece salido de un cuento. El mushing es una disciplina que se originó en 1925 a partir de un brote de difteria en Siberia.
Algunos pobladores les alcanzaban los medicamentos a los enfermos mediante trineos tirados por perros. Este deporte es muy tradicional en los países nórdicos y en los Estados Unidos y, seguramente, cobrará notoriedad una vez que Miguel pueda ser parte y así lograr su objetivo: completar la Iditarod Trail Sled Dog Race. Para conseguirlo debe reunir unos dieciséis mil dólares. Miguel no duda; está convencido de que puede hacerlo.
Asociaciones protectoras de animales lo han visitado en más de una ocasión, y en cada una de esas visitas, la certeza se impone por encima de cualquier otra duda: Miguel cuida a sus perros como un padre a un hijo, desde la alimentación específica, ya que estos perros son literalmente atletas, hasta lo más esencial, el trato y el vínculo. Fue durante un viaje de dos años por Noruega, en 2013, cuando el musher (el “piloto” de trineos) conoció a Sigrid Ekkan, una referente global en materia de crianza de esta raza de perros. Ella le inculcó a partir de sus enseñanzas lo que hoy es su ley: sólo avanzó con su plan cuando comprendió que lo disfrutaban tanto como él.
Desde aquella travesía nórdica, Miguel regresó con tres perros: Mancuello y otros dos que adoptó en Noruega. Hoy, el equipo está integrado por diez: Mancuello (el capitán), Shima, Merlín, Kronos, Luz, Drake, Menjunje, Puchaki, Alegría y Watzon. En total, siete machos y tres hembras.
Los perros saltan excitados, mientras Miguel prepara al trineo que confeccionó el mismo con materiales diversos. Se parece más a un juguete que a un vehículo que lo llevará a través de la inhóspita Alaska. Para poder ser parte de la competición principal, el “mundial de mushing”, el equipo deberá completar al menos tres competencias de cuatrocientos kilómetros. “El que debe demostrar que puede hacerlo soy yo, no ellos. Porque si yo no estoy preparado pondría en peligro a los perros”, sentencia el padre de las criaturas.
Caminamos unos trescientos metros siguiendo la huella del trineo, y como una revelación, el valle blanco. Todo está listo para la primera práctica, que definitivamente es una celebración. Saltan los perros, Miguel grita “palabras raras”, las órdenes que sus perros comprenden perfectamente, y la energía de ese tren fantástico se adueña de todo el lugar. En caso de que reúnan el dinero y puedan ser parte, será la primera vez que perros criados en este lado del mundo compitan allá en Alaska.
Lance Mackey, el Diego Armando Maradona de las carreras de trineos tirados por perros, fue la primera persona en ganar cuatro Iditarod Trail Dog Race de manera consecutiva entre 2007 y 2010; se impuso cuatro veces al hilo su México 1986. Lance es amigo y consejero de Miguel. Es la inspiración del argentino, otro gran estímulo.
La nevada ya quedó atrás. Los diez perros tirando del trineo regresan hasta sus cuchas. Miguel los acaricia, uno a uno, se despide de nosotros y regresa a la carpa. Por la noche volverán a entrenar otra vez, bajo un techo de estrellas. Su espíritu aventurero, que lo empujó desde San Isidro hasta Ushuaia, Sigrid Ekkan y la gran revelación para abrazar al mushing allá en Noruega, los consejos de Lance Mackey para intentar la proeza y los diez Alaskan Husky le dan forma a esta historia sin par, a la que le falta el final. Vos también podés ser parte y colaborar. Es hora de regresar al hotel para darnos un baño caliente. La helada Alaska espera por el argentino.