“Me altera la situación de no ir ahora porque siento que van a hacer un cachivache con la medicación y, qué se yo, me da culpa”. Ese era el nivel de preocupación que Agustina Cosachov destinaba a uno de sus pacientes: Diego Armando Maradona. El ídolo todavía estaba internado en la clínica Olivos cuando se dio ese intercambio por WhatsApp con Carlos “Charly” Díaz, el psicólogo que había sido enviado por Matías Morla, al que tuvo acceso TN.com.ar.
En tanto, la salud de Maradona empeoraba. En la acusación, el equipo de fiscales que investigan a la psiquiatra como coautora homicidio simple con dolo eventual y falsedad intelectual establecieron punto por punto sus omisiones y faltas que contribuyeron al desenlace fatal. Este miércoles, Cosme Iribarren, Patricio Ferrari y Laura Capra indagarán a Díaz y el viernes Cosachov.
A esa altura ya sobrevolaban las sospechas de Parkinson, síndrome de Korsakoff, bipolaridad y la necesidad de que un neurólogo analice al excapitán de la Selección. Lo hablaban, pero no lo instrumentaban. “Por una cosa o la otra no se termina de dar”, le confiesa Cosachov a “Charly” el 3 de noviembre de 2020, ocho días antes de su traslado a la casa de Tigre.
Pese a la gravedad del cuadro que arrastraba el ídolo argentino, muchas de las charlas versaban sobre sus intenciones de aparecer frente a las cámaras y no dejarle esa exclusividad a Leopoldo Luque. “Quiere ir al Bailando”, dice sobre el médico en tono de sorna el psicólogo. Su colega no se queda atrás: “Está re en modo star”. Fue el 6 de noviembre. Detrás, Díaz convertido en una especie de comisario mediático del entorno del Diez, estaba preocupado por las palabras a la prensa del neurocirujano. No quería que se hable de “abstinencia”.
También, ocupaba su atención el manejo de la información que llegaba a la familia de Maradona (”actuemos con unidad con las chicas que no haya filtraciones) y que se haga efectivamente la internación domiciliaria, pese a las advertencias notorias: “Matías me dijo que a la mañana estaba 0 KM y hace una hora que no para de decir incoherencias, desvariando. Por otro lado, me dijo que hay 100 por ciento consenso de que se vaya a vivir a Tigre”. La psiquiatra no se opuso.
El vínculo que se generó entre ambos se hacía evidente también en los reiterados reclamos por sus honorarios. Cosachov había pedido 200 mil pesos por mes, pero Vanesa Morla, la hermana del abogado, no se los depositaba. Díaz intervenía entonces por ella. Logró que le transfieran $50 mil. “Yo te confío esto del sueldo a vos porque estoy re angustiada con este tema”, le dijo la psiquiatra el mismo día que Maradona salió de la clínica.
Cosachov no mostraba el mismo grado de aflicción por el estado de la propiedad a la que enviaban al Diez, una casa que no estaba en condiciones de recibir a un paciente con las características de Maradona.
Superada la instancia pasan a otro tema más estratégico: “Fijate después lo del Disulfix porque voy a armar todo un protocolo para poder tener todo bien sistematizado para que quede bien profesional todo y que la familia se haga cargo”, le propone Díaz que, además, monitoreaba la medicación que le daba su compañera a Maradona.
“Ahí le ajusté la medicación psiquiátrica Charly. Ya evolucioné en la historia clínica para quedar cubiertos nosotros como médicos, legalmente”, le indica Cosachov. “Hoy le dijo a Matías que quería salir a tomar birra. Ojalá pase hoy limpio. A este ritmo es un peligro”, le respondió el psicólogo.
“Acá el objetivo es pasarle la pelota a la familia y después pensamos juntos estratégicamente cómo hacer para no quemarnos. Como para que esto no insuma demasiado tiempo. Si él anda bien y está limpio, va a flojar mucho nuestro laburo, es ir una hora y volver y se acabo la historia”. Charly la tranquilizaba así a Cosachov cuando se quejaba de la cantidad de trabajo, aunque casi no lo visitaba a Maradona. “No doy más. Estoy re pasada de rosca boludo. Mucha responsabilidad. Tuvimos que poner el gancho en un escrito. Se nos viene la bomba a vos y a mí, sabelo”, Cosachov ya podía prever que algo malo podía suceder.
Al día siguiente, la conversación continúa en ese sentido:
CD: Sugiero explicitar lo de otros profesionales, por ejemplo, neurólogos. Para empezar a meter a otra gente y que no nos apunten
Agustina Cosachov expreso su disgusto con una situación: habían echado a los acompañantes terapéuticos que cuidaban a Maradona. “Es una vergüenza”, le dijo por chat a Díaz, pero horas más tarde reconsideró su postura y ella misma ordenó que se retiren. En su decisión tuvo que ver este mensaje del 13 de noviembre:
CD: Cuando vaya voy a intentar pasarle la pelota a él. Que él decida qué quiere hacer, quiénes quiere que estén. O sea, darle el poder porque es un chabón que está capacitado para tomar decisiones y liderar su recuperación. Que los Acompañantes terapéuticos frenen.
Increíblemente, creían que Diego podía recuperarse. El 14 de noviembre intercambiaron estos mensajes:
CD: Agus, si sale bien Diego, esto puede ser algo que quede para la posteridad. O perdemos la matrícula y vamos en cana o somos semidioses. Jajaja.
AC: Te tengo fe
Diaz también opinaba sobre el rol de los enfermeros. Siempre con la conformidad de la psiquiatra.
CD: A mí me parece que el escenario ideal sería que haya enfermeros 24/7 pero que no hinchen las pelotas, o sea, que solamente se acerquen para dar la medicación. La casa es grande, pueden estar en otro lado y punto. La idea, te repito, es pasarle la pelota a Diego para cubrirnos nosotros.
AC: Tal vez podemos eliminar el hecho de tomarle los signos vitales tan seguido. Tal vez con tomárselos una vez por semana, que va el clínico, ya estamos. Y se puede poner a cualquier pelotudo a darle la medicación, podríamos poner a las chicas.
CD: Si me dejas yo me ocupo de los enfermeros
AC: Obvio
CD: Nos consagramos
Fue el 17 de noviembre. Horas más tarde, el tono cambia:
AC: Che, sigue durmiendo. Muy raro.
CD: El domingo estuvimos 4hs charlando joya. Vi un leve temblor de reposo. Tiene que ir un neurólogo para cubrirnos.
AC: Qué hacemos
CD: Hay que pasarle la pelota a las hijas y sacar gente. Que decidan ellas. Las induzco a que digan que hay que sacar enfermeros
AC: (Gianinna) fue con el nieto y no se levantó
CD: Después llegó Luque y se levantó
AC: Sí, pero es raro. Él lo ama a Benja
CD: Me dijo Matías que tenía la voz extremadamente aguda
El declive, ya más que evidente, continuó el 18 de noviembre. Cosachov lo notaba pero no hizo nada: “Muy depre está. No come, no se levanta. Está durmiendo. Lo veo muy hinchado. Yo en diez minutos me voy”.
AC: Me están apurando con resultados. Parece que Vero Ojeda llamó a Vane (Morla) para apurar. No digas nada, porfi, pero nos cuestiona a todos
CD: No, no, confidencialidad. Hoy la vi a Ojeda y después me mandó un mensaje “podes hablar?” Y no le di bola. Matías es el que tiene la manija ahí
AC: No lo vi bien. Muy hinchado, en bolas, sin ganas de NADA. No se pueden lograr cambios radicales en una semana
CD: Que la chupe Ojeda
Las horas siguientes hablaron sobre los trastornos que podría padecer Maradona y su creciente irritabilidad. “Le pusieron el cascabel al gato. Se ve como un anciano sin poder de decisión y se quiere cortar las bolas”. Cosachov se reía. El Diez se estaba muriendo. “¿Te parece un Zoom con las hijas? Así las tememos contenidas”, ofrece la psiquiatra ante los reclamos de la familia del paciente.
El 21 de noviembre, Charly propone motivar a Diego: “Hay que sacarlo a hacer cosas. Que vaya a ver al plantel de Gimnasia. Que lo saluden y que se sienta Maradona, no un viejo meado encima. Si no encontramos motivación, cagamos, va a ser aguantar hasta que explote y va a explotar en breve”.
Tres días más tarde el entusiasmo cesó: “Parece que se volví a tirar en la cama el gordi. Yo voy mañana, creo que tenemos que ir nosotros como equipo”.
A la mañana siguiente, cuando entraron al playroom que oficiaba de habitación de hospital, Maradona ya estaba muerto. “El actuar del equipo de salud a cargo que atendía a Maradona fue inadecuado, deficiente y temerario”, estableció en sus conclusiones la Junta Médica, una prueba esencial para el caso.
La acusación contra Agustina Cosachov
“Teniendo pleno conocimiento de la patología cardíaca que afectaba a la víctima, no adoptó los recaudos adecuados a su lex artis al momento de realizar las debidas visitas que el cuadro del paciente exigía, ya que al tiempo de no imponer límites al doliente, no aseguró la correcta administración de la medicación y psicotrópicos que había indicado a Maradona, desentendiéndose de los efectos adversos y eludiendo los controles y/o estudios apropiados a los fines de su evolución, que en el caso de los estudios cardiológicos, clínicos y bioquímicos, implicaban un imperativo ineludible”.
Eso no es todo, “a sabiendas de los síntomas que lo aquejaban desde su traslado al Barrio San Andrés el 11 de noviembre de 2020, evitó la asistencia correspondiente mediante el apartamiento expreso de los acompañantes terapéuticos Carlos y Alejandro Cottaro, a la vez que obstaculizó la concurrencia al domicilio de un médico clínico y un nutricionista”.
“Teniendo la posibilidad real de evitar la situación de peligro objetivo que creaba su comportamiento, ante el resultado que se presentaba como previsible y evitable, permaneciendo indiferente frente a las graves falencias apuntadas que no tendió a revertir, asumió desaprensivamente los riesgos que corría la salud de Maradona, y las consecuencias que ello podía generar”.
“Los síntomas visibles de desmejoramiento del paciente, como así también las advertencias de su entorno, exigían al menos la asistencia médica inmediata, circunstancia que, no sólo no procuró, sino que obstaculizó”.
La acusación contra Carlos Díaz
“Paulatinamente, fue involucrándose el ámbito de actuación profesional de la psiquiatra Cosachov, y avocándose incluso a tomar decisiones hasta entonces ajenas a su incumbencia -al punto que su poder de decisión sobre Maradona trascendió lo puramente médico , para extenderse a las relaciones del paciente con sus familiares”.
“Aprovechó su esfera de poder sobre el paciente para aislarlo de su familia, manipulando a esta última, proponiéndoles que todo lo que estaba sucediendo era producto de la libre y espontánea decisión de Maradona, alegando para ello que “necesitaba espacio””.
“En definitiva, no hacía más que ocultar la información relativa al verdadero cuadro de salud del causante, eludiendo de ese modo que ajenos al equipo médico hubieran podido adoptar medidas tendientes a revertir las falencias apuntadas y, en consecuencia, a evitar el desenlace fatal, con el que palmariamente colaboró”.