Walter Erviti está recorriendo un nuevo camino como entrenador, lejos de aquella imagen de volante ultra inteligente que ya forma parte de su pasado. Siempre ligado a la pelota, en esta difícil misión de convencer y enseñar -con el buzo de DT- para luego decantar en el éxito con bases sólidas. La religión, las tentaciones, su pasado en Boca, su baja autoestima, todos factores que moldearon su personalidad, que hoy a los 40 años, cuida como un tesoro.
“Siempre voy a ser un hijo de Dios”, le dice a TN Deportivo al finalizar una de las prácticas de Atlanta, vestido con ropa deportiva y los colores del club. “La gente cree que cuando uno habla de Dios habla de un esclavo o de una religión, todo lo contrario. Disfruto y me da la posibilidad de vivir en paz la palabra de Dios. Llevo adelante mi carrera, llena de situaciones que te contaminan, excesos de dinero, tentaciones, si uno no tiene en claro los objetivos de vida puede caer”, explica.
Walter Daniel Erviti es el técnico de Atlanta, un clásico equipo porteño que tiene como premisa ascender a Primera. Los números lo acompañan: lo dirigió en diez partidos: acumula seis triunfos y cuatro empates. Cifras que encandilarían a cualquiera. Pero más allá de los números, su camino encierra otras premisas. “Soy entrenador porque puedo ayudar a otra persona, entonces mi deseo es sentir que le dejé algo al jugador y como ser humano. Además, cuando ganás, si no tenés autorcrítica y corregís cosas, en algún momento chocas”, dice para explicar los peligros de asomarse al abismo del triunfalismo.
Su llegada al Bohemio se dio el 2 de febrero de 2021, y a partir de ese momento todo se desarrolló naturalmente. Tiene un trato muy cercano con los jugadores, es amigable, pero muy meticuloso a la vez. A la hora de preparar cada partido, trabaja codo a codo con Leandro Gracián, su coequiper principal.
El exjugador de Banfield sabe que cuenta con un plus en su función de entrenador. Haber tenido técnicos exitosos y de “de todos los gustos” le permiten contar con un handicap en momentos complejos. Fue dirigido por Manuel Pellegrini en su primera etapa, donde pudo dar una vuelta olímpica con la camiseta de San Lorenzo, Daniel Passarella en Monterrey, en México, y Julio Falcioni, en Boca y Banfield, entre otros.
Sin embargo, -según confiesa- no habrá nadie como Oscar Ruggeri: es como su segundo padre. Erviti nunca se cansará de decir que fue quien le dio la motivación necesaria para ser jugador profesional. Los elogios son gigantescos, vean: “Me cambió la vida, los demás [técnicos] me ayudaron a entender situaciones y el juego de otra manera, pero él me cambió la vida. Sus acciones me llevaron a estar sentado hoy en esta silla. Lo tengo guardado muy profundo en mi corazón, no lo nombro mucho, no lo volví a ver, pero es la persona que Dios utilizó para que mi vida sea diferente”.
El fútbol argentino tiene en su nomina a otro gran proyecto de técnico. A punto de cumplir 41 años proyecta ascender al popular Atlanta al fútbol grande, con la sencillez de una infancia donde no sobraba nada. Una niñez que lo moldeó para moverse en la vida de la mejor manera posible.
Erviti dixit: Passarella, andar con las manos en los bolsillos y por qué comía solo
-”Ruggeri tenía una relación especial con cada uno de los jugadores. Lo sentía muy paternal. Encontré en él la figura de un papá cercano, si bien mi papá vive y lo tengo, me fui de muy chico de mi casa y encontré en Ruggeri una persona que me decía cómo cuidarme, cómo tener la relación con los demás. Me dio seguridad y tranquilidad”.
-”Cuando llegué y empecé a entrenar al equipo recibía críticas por andar con las manos en los bolsillos en las prácticas. Y ahora como gané partidos, estar con las manos en los bolsillos representa tranquilidad y confianza y antes representaba un síntoma de inseguridad. Yo no soy de gritar, soy tranquilo”.
-”Lo tuve a Passarella en Monterrey. Cuando lo ve entrar llama la atención. Todos sabemos quién es y ¡entra con una presencia! Ganamos un campeonato porque él nos condujo. Absorbí mucho de su seguridad”.
-”Durante 30 años hicimos lo mismo, jugamos al fútbol, nos ovacionan y nos preguntan cómo nos fue cuando llegamos a casa. Y de repente eso se termina. El que no está preparado emocionalmente no encuentra en ninguna otra situación de vida lo que encontraba como futbolista”.
-”Lucho contra mi timidez. Vengo de un barrio muy pobre, siempre tuve una crítica destructiva para conmigo, a mi forma de verme reflejado en el espejo, de achicarme, lucho conmigo mismo. Autoestima, necesidades, apariencias, todo lo que contamina. Comí durante cinco años solo. Me puse de novio, me enamoré, me casé, y llegaba de la práctica, comía solo, levantaba el plato y me iba. Un día me señora me dijo ‘Walter, compartamos el almuerzo’. Traía esas cosas conmigo de cuando era chico”.
-”Por momentos, y acá viene una crítica personal, siento que podría haber sido mejor futbolista. El pensamiento de no llamar la atención me hizo no patear penales, no patear tiro libres, prefería que pateara otro, no quería ir ahí, prefería que fuera otro. Sí corría porque había que ayudar a los compañeros, pero cuando había que asumir una personalidad o pasar al frente yo me frenaba. Es una crítica que me hago”.