El director de cine iraní Jafar Panahi lleva 15 años filmando bajo amenazas, o en arresto domiciliario, o de manera clandestina. En secreto. También ha estado encerrado en cárceles de su país, en más de una ocasión. Fue solo un accidente, ganadora de la Palma de Oro en el último festival de Cannes y candidata por Francia a los Premios Oscar de la Academia como Mejor Película Internacional, es su primera producción realizada en condiciones legales, si se quiere, normales, en este tiempo. Que Panahi haya logrado salir de su país para presentar la película en Francia, siendo algo así como el dedo en la llaga del régimen teocrático, al que este nuevo film critica, como todo su cine, de una manera feroz, se convirtió en una noticia de peso tanto artístico como por supuesto político.
Esa particularidad de la realización, sumada al premio mayor, y a la enorme cantidad de admiradores que tiene su cine en todo el mundo, la convirtieron de inmediato en una de las más esperadas del año. Días atrás fue elegida para abrir el Mubifest en Buenos Aires, y ahora se anuncia su estreno en salas, antes de subir a esa plataforma, para el 4 de diciembre.

Su plotline remite enseguida a la posibilidad de que Panahi haya sumado recuerdos y sensaciones de su propia experiencia. El accidente del título no es otro que el encuentro de un mecánico llamado Vahid con Eghbal, quien quizás es el tipo que lo torturó durante su detención. Hay algo distinguible en su forma de caminar: el chirrido de su pierna protésica, pero ¿cómo estar seguro de una identificación cuando no pudo ver, sino solo escuchar, a su torturador? Ante la duda, Vahid busca la opinión de otros que pasaron por su mismo martirio.
Por increíble que parezca con semejante argumento, el director de Esto no es un film (2011), que rodó en su casa durante un arresto domiciliario y cuya copia envió clandestinamente a festivales, hace con ese material una película no exenta de humor, y hasta de un costumbrismo con aire de comedia.
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“La primera vez que estuve preso, me colocaron en confinamiento solitario durante quince días y luego en una celda con solo dos o tres personas. Apenas veía a nadie. Pero durante la segunda condena estuve junto a muchos otros prisioneros, personas de orígenes muy distintos. Mantuve largas conversaciones e intercambios con ellos durante los siete meses que estuve detenido. Cuando me liberaron, después de mi huelga de hambre, me sentí desorientado. No sabía cómo existir fuera de prisión. Estaba dividido entre el alivio de ser libre y el apego hacia quienes había dejado atrás. Y esa tensión sigue conmigo. Aún no logro desprenderme de ella”, responde en una entrevista al crítico francés Jean-Michel Frodon, a propósito de cuánto hay en el film de su propio periplo.

Fue solo un accidente, se rodó en Teherán y alrededores. Anulada la sentencia que le prohibía a Panahi hacer películas, escribir, conceder entrevistas y viajar, disfrutó de mejores condiciones de trabajo, aunque, según contó, jamás podría haber presentado el guion a las autoridades para su aprobación, por lo que sigue filmando por fuera del sistema.
“Me pregunté qué pasaría si una de las personas que conocí en prisión saliera en libertad y se encontrara cara a cara con alguien que lo torturó y humilló”, contó sobre la génesis de la idea. “Esa pregunta dio origen a un proceso de escritura junto con dos amigos guionistas, Nader Saeivar y Shadmehr Rastin. Empezamos a imaginar posibles desarrollos, pero pronto comprendí que lo más importante era la autenticidad de las historias sobre la vida en prisión y las distintas maneras de contarlas. Involucré a alguien que pasó mucho tiempo encarcelado y que, lamentablemente, volvió a estarlo: Mehdi Mahmoudian. Él colaboró en los diálogos, basándose en lo que ocurre realmente en prisión y en las diferentes formas en que la gente lo relata una vez que sale”.

En las conferencias de prensa de Cannes, así como en otros festivales, Panahi se ha explayado sobre las marcas de su experiencia en prisión, pero poniendo el acento en los otros. Suele contradecir el título de valiente que suele acompañar a su nombre en los reportajes, para dejar en evidencia su lugar de privilegio, invocando a las personas que conoció en el encierro, y que, a diferencia suya, hacían huelga de hambre sin que nadie se enterara.


