Unos cuantos años atrás, cuando estallaba la cultura y una juventud irreverente proponía otra manera de entender la vida y el arte en todas sus formas, Mónica Müller terminaba su día de trabajo como publicitaria y al llegar a su casa amasaba pan. Mientras tanto estudiaba medicina y en sus ratos libres escribía.
No tenía, al parecer, una declarada vocación de escritora: simplemente escribía. Y dibujaba. Muy joven, sin embargo, publicó una nouvelle, El gato en la sartén, y siguió trabajando. Como publicitaria pasó de directora creativa de otras agencias a fundar la suya propia, que se especializó en laboratorios y productos medicinales. Y se recibió de médica.
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Pero nunca dejó de escribir. Con un tono particular, cargado de verdades de a puño con un humor bordado a mano, Müller escribió durante años un blog llamado Viejos son los trapos, donde exponía las ideas y narraba las desventuras de “una amiga que se divorció de repente”. En sus libros no hace mayor esfuerzo en disimular su propia presencia en las historias, aunque no son exactamente autobiográficas. Publicó una buena cantidad de libros.
Nada es para siempre (Planeta) contiene tres relatos: Una madre pájara, La rodilla que habló y Dice mi amiga mientras fuma. Otros libros: Pandemia: virus y miedo (Paidós); Mi papá alemán (Seix Barral) y uno de los más recientes, El nido infernal (Vinilo) sobre las relaciones entre hombres y mujeres, matrimonios, divorcios y demás.
Uno de los aportes más atractivos de la obra de Mónica Müller son sus libros y en general su discurso sobre la salud. Después de doctorarse en Medicina, Müller se especializó en la homeopatía, podría decirse para su propia sorpresa, puesto que en el primer encuentro con la materia escapó. Sin embargo, al observar a los pacientes y escucharlos, encontró una disciplina de inesperada eficacia que en el peor de los casos no podía hacer daño.
Sus libros, Sana sana, la industria de la enfermedad (Sudamericana) y Sobre lo natural (Vinilo) se ocupan de desmantelar los mitos que suelen regir la alimentación: ciertas dietas de moda, tomar agua en exceso, odiar el gluten, la “desintoxicación” del organismo, todas medidas que el cuerpo puede realizar por sí mismo. Condena el abuso de pastillas y medicamentos innecesarios y sostiene que para evitar el cloruro de sodio solo hay que evitar los productos envasados. Especialmente las latas.
Con una claridad e innegable solvencia, Mónica Müller atiende muchas horas en su consultorio y luego escribe, dibuja o piensa cómo resolver la novela que está escribiendo desde hace diez años. El público espera.