Si existiera un premio al boca en boca del BAFICI, lo habría ganado Gatillero. La película de Cris Tapia Marchiori se convirtió en la gran revelación de la última edición del festival porteño de cine independiente. Desde la primera función, los espectadores no podían creer lo que acababan de ver.
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Se trata de una película de acción, género poco frecuente en el cine argentino, filmada en un único plano secuencia (como Adolescencia o El arca rusa), durante una noche en Dock Sud. Abundan los tiros y las persecuciones por los pasillos y calles desoladas de un barrio tomado por los narcos y la violencia.
“Gatillero se instaló como una futura peli de culto por todo lo que implicó hacerla acá”, dice Pablo Udenio, su productor. “Fue muy difícil concretarla porque exigió un nivel de entrega total, tanto delante como detrás de cámara: concentración absoluta, mucho ensayo y coreografía para los actores, muchísimo trabajo. En muchos casos, eran saltos sin red, porque no teníamos margen para fallar”.
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La película continúa en cartelera en su segunda semana, peleando contra los tanques con armas tan nobles como extraordinarias para el panorama del cine argentino. Ahora también fue seleccionada para el Festival de Neuchâtel, en Suiza, donde se presenta con esta definición: “El western urbano que Tarantino habría filmado con una GoPro y un shot de mezcal”. Aunque, más apropiadamente, habría que reemplazar el mezcal por Fernet.
La historia sigue a El Galgo (Sergio Podeley), un sicario que sale de la cárcel con la intención de reconectarse con su hija. Pero al aceptar lo que parece un trabajo sencillo, descubre que ha caído en una trampa tendida por los matones que dominan el barrio y que lo tienen en la mira.
Lo que sigue es una larga persecución por calles vacías, pasillos estrechos, techos precarios y muros sin revoque en Isla Maciel, donde fue filmada. Ladridos, grillos y balas cruzan el silencio de una noche en la que los vecinos saben que no pueden salir. Chumbos, fierros, hombres armados que luchan por una supervivencia esquiva, comunicándose con silbidos encriptados y diálogos tan duros como sus apodos de guerra: Chaco, Noni, Mufa, Lalo. Un territorio tomado, donde la policía es cómplice. Y con algunos personajes femeninos clave, entre ellos el interpretado por Julieta Díaz.
Con el premio al mejor actor en el Festival de Oslo, ya son cinco los festivales de los que Gatillero se va con las manos llenas. Y las reseñas en la plataforma Letterboxd son verdaderamente coleccionables: "Estamos ante un nuevo clásico del cine argentino“,”Un thriller en el conurbano filmado en un plano secuencia que no para, y en todo momento está pasando algo“,”John Ford revivió y es argentino“.
La gente de Isla Maciel colaboró con el proyecto tanto delante como detrás de cámara. “Nos trataron increíble, nos acompañaron en esta hazaña”, dice Udenio.
Cuenta también que tanto el director como el protagonista tienen un conocimiento profundo del submundo que retrata la película, aunque no son oriundos del barrio. Otro elemento más que aporta al fenómeno de un film único por varios motivos. En sintonía con el eslogan promocional: “Algunas películas hacen plata. Otras hacen historia.”
