España, Italia, Colombia, Argentina. El escritor español Javier Cercas está en plena gira de presentación de El loco de Dios en el fin del mundo. Su último libro y el último libro con Jorge Bergoglio, el papa Francisco. Una crónica única: por primera vez en sus dos mil años de historia, la Iglesia le abrió las puertas a un escritor para preguntar, hablar y luego escribir lo que le diera la gana.
Con acceso irrestricto. A un escritor, además, ateo y anticlerical. El autor de Soldados de Salamina, Anatomía de un instante o Independencia, aceptó sin pensarlo demasiado. “Soy ateo pero no soy tonto, o intento no serlo”, dice a TN.
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La charla sucede antes de su presentación en la Feria del Libro porteña, y de su siguiente parada, Santiago de Chile. “Sobre el papa tenía una opinión todo el mundo, pero más en Argentina”, dice. “Mi mayor esfuerzo fue prescindir de todos mis prejuicios. Sobre la iglesia católica todos creemos saberlo todo, y tenemos prejuicios a favor y en contra, da igual. Quise aprovechar una oportunidad única, porque fue una propuesta insólita. Este papa fue muy singular, que dio muchas entrevistas, protagonizó documentales, pero en ningún caso ha habido un escritor que haya podido hacer lo que yo pude. Nunca había ocurrido”.
-¿Es una crónica de un viaje a Mongolia con el papa Francisco, es una investigación periodística, un ensayo?
-Es el resultado de un trabajo en el que me llevé una sorpresa detrás de otra. Desde el principio, porque ningún papa había tenido esa idea de invitar a un escritor. Hasta el final, tan increíble que si mi mujer no hubiera estado al lado nadie se lo cree. Y es una novela: o sea, una crónica, un ensayo, una crónica biográfica y también una autobiografía, de un tipo normal y corriente que, como tantos educados en el catolicismo, en un determinado momento pierde la fe. Como la inmensa mayoría de los occidentales, me atrevería a decir. Es una novela sin ficción. Es además una novela policial, en la medida en que hay un enigma y alguien que intenta descifrarlo. Hay un misterio a resolver. Con la diferencia aquí que es el misterio de los misterios.
Cuando le hicieron la propuesta desde el Vaticano, Cercas pensó en su madre, profundamente católica. Ella decía que después de su muerte se reencontraría con su padre, ya fallecido. “Pensé que lo más sensato sería preguntarle al papa y escuchar su respuesta, pues para un católico es el único que realmente puede darla, así se la llevaba a mi madre. Es una novela policial sobre el enigma de la resurrección de la carne y la vida eterna. Sobre el corazón de la fe cristiana, como dice San Pablo: nosotros resucitaremos porque Cristo resucitó. Lo asombroso no es que yo le preguntara por eso al papa, sino su respuesta extraordinaria.
-¿Cómo definirías al Jorge Bergoglio que conociste e investigaste?
-Como un hombre en lucha consigo mismo. Un hombre complejo, problemático, nada plano. Es un hombre que ha tenido períodos muy oscuros en su vida. Lo primero que dice cuando lo nombran papa, antes de salir al balcón y luego de aceptar es: soy un pecador. Y yo me permito corregirlo, sacrílegamente: creo que lo que tenía en la cabeza es sí porque soy un pecador. La Iglesia no es un lugar para los infalibles. Jesús elige a Pedro y Pedro le traiciona tres veces, es de récord. Elige a un pescador de Galilea que es un hombre débil, lleno de defectos. La iglesia es eso que se nos ha olvidado: el lugar de los desgraciados, de los imperfectos, de los que no tienen donde caerse muertos. Esa es la iglesia de Cristo. Mucha gente, y yo mismo, nos sorprendimos cuando este hombre acababa sus discursos diciendo recen por mí, cuando se supone que le papa es el que nos protege. Era un cristiano sentado en la silla de San Pedro.
-Le preguntaste por la vida eterna a un papa con mucha repercusión política
-Es que lo más asombroso para mí es que se hablaba muchísimo de él pero casi solo de política. La inmigración, la guerra de Ucrania eran los titulares, cuando su voz pesaba en tanto líder espiritual, no político. Es fácil decir que se acaben las guerras, el problema es cómo se acaban las guerras. El papa y la iglesia no tienen poder ejecutivo, pero en los medios solo había noticias políticas sobre él. Claro que hacía política, pero era sólo una parte de su actividad, y completamente secundaria. Lo comparo con la muerte de Mario Vargas Llosa: claro que su figura tenía una dimensión política, pero lo esencial es que era un novelista.
-¿Cuán disruptivo y revolucionario fue, y cómo imaginás su legado?
-Intentó lo que proponía el concilio Vaticano II, que propone una revolución: volver al cristianismo primitivo. Cuando el padre Spadaro le pregunta qué quiere hacer con la Iglesia, en su primera entrevista, Bergoglio le dice: sacar a Cristo de la sacristía y ponerlo en la calle. Se quedó mucho menos que a medias. Esa revolución no la puede llevar a cabo un papa. Bergoglio fue disruptivo en el interior de la Iglesia mucho más de lo que creemos, pero aflora poco lo que pasa en ese interior. El símbolo tragicómico pero real de lo disruptivo que llegó a ser Bergoglio son los sacerdotes reuniéndose en Roma, en España, a rezar para que muera. Para que el papa muriese. Y no porque son malvados, sino porque creen que es lo bueno para la Iglesia. Este hombre fue visto como un hereje, como un hombre peligroso para la Iglesia. Fue muy disruptivo. Era un radical del evangelio, y su mérito es que planteó los problemas y señaló una línea, como la presencia de las mujeres en la Iglesia. Hizo poco, pero lo poco que hizo en ese tema fue muchísimo. Por primera vez, muchas mujeres con poder en le Vaticano. Muchas más que en toda la historia junta.

-Cambiando de tema, fuiste uno de los pocos intelectuales catalanes críticos del proceso independentista, y te costó lo tuyo. ¿Ha bajado ya esa espuma?
-El problema persiste, pero está anestesiado. Ningún gobierno español tiene el proyecto para solucionar el problema territorial de España. Es un drama. Los gobiernos sólo piensan de hoy para mañana, cada día. No pasan de las próximas elecciones. Es la democracia: lo mejor que hemos inventado, pero con muchas imperfecciones. Nadie tiene un proyecto a largo plazo. Si el independentismo ha perdido fuerza es algo superficial, bajo la superficie sigue todo igual. Estamos mejor que antes pero por debajo sigue, y es un movimiento muy peligroso, reaccionario, nuestra forma de nacional populismo. El problema está ahí debajo y volverá a aparecer cuando aparezca la próxima crisis. Lo que ocurrió no se explica sin la crisis de 2008, que ha cambiado al mundo. Trump, el Brexit, no se explican sin la crisis de 2008. Es el origen de todo, lo que trastocó el mundo. Nuestra primera versión de nacional populismo fue esa. Cuando vuelva otra crisis (que volverá, porque el capitalismo funciona a base de crisis), volverá a surgir, y con más fuerza. Porque no hay en Europa un proyecto alternativo al nacionalismo. Bueno, hay uno, que es la Unión Europea, pero nadie se la toma en serio.