En plena COP30 de Belém do Pará, Brasil, el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) reunió a representantes de organizaciones rurales, instituciones científicas y entidades productivas en un panel que buscó instalar un mensaje central: para comprender la agricultura de las Américas es necesario construir una nueva narrativa basada en evidencia, tecnología y resultados.
La propuesta apunta a mostrar, con mayor claridad, cómo los agricultores del continente sostienen una parte sustancial de la seguridad alimentaria y ambiental del planeta.
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El panel tuvo lugar en la Casa de la Agricultura Sostenible de las Américas, instalada por el IICA dentro de la Agrizone de la COP, y reunió a Manuel Otero —director general del organismo—, Marcelo Torres —presidente de Aapresid—, Walkymario Lemos —jefe general de EMBRAPA Amazônia Oriental—, Eric Mittenthal —estratega del Meat Institute/Protein PACT— y Macarena Valdés, emprendedora chilena reconocida por el IICA como Líder de la Ruralidad.
La discusión se abrió con un dato que funciona como columna vertebral del diagnóstico regional: una de cada cuatro toneladas de alimentos producidas en el mundo proviene del continente americano.
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“Las Américas son protagonistas por excelencia de la seguridad alimentaria y ambiental”, afirmó Otero. Según observó, la expansión del aporte regional representa una oportunidad estratégica para mostrar cómo ciencia, tecnología e innovación están transformando las zonas rurales.

Un debate central en Belém do Pará
Torres sostuvo que esta nueva forma de narrar el agro debe funcionar como puente entre distintos perfiles productivos del continente. Para el titular de Aapresid, la clave está en conectar la agenda de productores tecnificados con la de los agricultores de subsistencia. “Una narrativa moderna puede servir como base para una red interactiva de innovación que incluya a todos”, señaló. La propuesta implica articular tecnologías, conocimientos y escalas productivas en un marco más integrador.
La perspectiva de Valdés aportó el componente humano y social del panel. Su experiencia en Los Molles, Chile —una región con más de una década de estrés hídrico— se transformó en un caso emblemático de resiliencia.
Sin formación previa en agricultura, debió aprender a producir alimentos y manejar el agua en un contexto de crisis.
Desde su granja La Pachamama desarrolló prácticas de bajo costo, replicables en zonas rurales vulnerables, como la producción de 200 kilos de forraje verde hidropónico con apenas dos litros de agua o la generación de suelos mediante estiércol y cartón sobre terreno arcilloso. “La crisis nos obligó a innovar”, resumió.
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Con apoyo del IICA, estas técnicas ya fueron transferidas a productores del Corredor Seco Centroamericano, lo que demuestra el potencial de la innovación social y ambiental para territorios de alta fragilidad climática.

Lemos recordó que Brasil atravesó en cinco décadas una verdadera revolución agrícola basada en ciencia y tecnología, que transformó al país en una potencia alimentaria.
Para el investigador, ese proceso hoy necesita un cuarto pilar: la comunicación. “Debemos narrar cómo cambió la agricultura de las Américas, no sólo desde lo tecnológico, sino desde todo lo que ocurre en las comunidades rurales”, dijo.
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Lemos describió cómo la investigación en agricultura tropical permitió diseñar sistemas productivos que protegen bosques, generan energía y producen alimentos de manera sostenible, combinando innovación con manejo territorial adaptado.
Mittenthal cerró el panel desde la perspectiva de la proteína animal. Como representante del Meat Institute/Protein PACT —entidad que agrupa al 95% de los productores de carne de Estados Unidos—, explicó que la estrategia institucional se centra en ofrecer información verificable sobre los beneficios nutricionales de la carne y sobre los estándares de sostenibilidad del sector.
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“La producción estadounidense se hace con la mayor transparencia posible. Brindar información confiable genera confianza”, aseguró.

El panel coincidió en que la agricultura de las Américas ya es una de las principales respuestas globales ante el desafío alimentario y climático, pero su aporte sigue subrepresentado en la discusión pública.
Para los participantes, construir una narrativa basada en datos, innovación y experiencias reales es un paso indispensable para que el continente muestre, de manera clara, el impacto de su producción en un mundo cada vez más demandante.



