En un escenario global donde la sustentabilidad y la eficiencia productiva son cada vez más cruciales, la mirada de la ganadería se dirige hacia prácticas que no solo garanticen la producción de alimentos, sino que también contribuyan activamente a la salud de nuestros ecosistemas. En este contexto, un enfoque innovador y científicamente probado está ganando terreno por su notable impacto en el suelo: la ganadería regenerativa. Este es el método que utiliza Lobbott, un proyecto familiar que dedica sus esfuerzos en llevar adelante un emprendimiento rentable pero a la vez amigable con el ambiente. Lo conocimos en un nuevo capítulo de Arraigados, el ciclo de diez historias presentadas por Chevrolet.
La ganadería regenerativa, una filosofía que redefine la relación entre el ganado y la tierra, se posiciona como una herramienta fundamental para recuperar y mantener la fertilidad de los suelos. Lejos de las prácticas que históricamente han derivado en la degradación de los campos, este modelo propone un manejo del pastoreo que imita los patrones naturales de los grandes herbívoros en los ecosistemas nativos. La clave reside en la rotación estratégica del ganado, un concepto que va mucho más allá del simple traslado de animales de un potrero a otro.
El principio es sencillo pero profundo: permitir que los animales pastoreen intensamente en un área por un corto período de tiempo, para luego trasladarlos a otra parcela, otorgando al sector recién pastoreado un largo período de descanso y recuperación. Durante el pastoreo, el ganado no solo consume forraje, sino que también estimula el crecimiento de las plantas a través del pisoteo y el retorno de nutrientes al suelo mediante sus deposiciones. Este “impacto” coordinado fomenta la descomposición de materia orgánica, la aireación del suelo y la infiltración de agua, creando un ambiente óptimo para la proliferación de la microbiología del suelo.
“En concreto hacemos pastoreo rotativo, los animales hoy están en una parcela y al día siguiente se los cambia. Así, en las parcelas que están descansando, el suelo puede crecer, semillar y tener más fertilidad naturalmente. Sin fertilizante ni herbicidas” señaló Manuel Wechsler de Lobbott mientras recorríamos su campo a bordo de la Chevrolet S10. “Esta práctica es rentable, igual o más que la ganadería tradicional. Solo hay que planear bien la inversión inicial que es un poco elevada porque hay que crear un sistema de agua para que la vaca pueda tener agua en todas las parcelas” explicó Wechsler.
La ciencia detrás de esta práctica es contundente. La materia orgánica es el “motor” de la fertilidad del suelo, mejorando su estructura, su capacidad de retención de agua y su biodiversidad. La rotación del ganado, al evitar el sobrepastoreo, permite que las plantas desarrollen sistemas radiculares más profundos y complejos. Estas raíces, al morir y descomponerse, contribuyen directamente a la acumulación de carbono orgánico en el suelo, lo que no solo incrementa su fertilidad, sino que también ayuda a secuestrar dióxido de carbono de la atmósfera, convirtiendo a los sistemas ganaderos en aliados en la lucha contra el cambio climático.
Además, al mejorar la estructura del suelo, se reduce la erosión y se optimiza el uso del agua, dos factores críticos en la agricultura moderna. Un suelo sano es un suelo resiliente, capaz de enfrentar mejor períodos de sequía o de lluvias intensas. Los productores que adoptan la ganadería regenerativa reportan una disminución en la necesidad de insumos externos, como fertilizantes sintéticos, y una mayor estabilidad en la producción de forraje, lo que se traduce en mayores rendimientos y una menor huella ambiental.
En definitiva, la ganadería regenerativa no es solo una novedad sino una necesidad imperante para el futuro de la producción de alimentos. Al entender y aplicar los principios de la naturaleza, los productores no solo mejoran la rentabilidad de sus campos, sino que se convierten en custodios de un recurso finito y vital, asegurando la productividad y la sostenibilidad para las generaciones venideras. El camino hacia un campo más fértil y productivo pasa, indudablemente, por el retorno a un manejo consciente y regenerativo del pastoreo.