La guar, una leguminosa con nombre científico aun más “dificil”, Cyamopsis tetragonoloba, es originaria de la India, donde actualmente se desarrolla más del 80% de la producción mundial.
Es un cultivo de verano multipropósito, resistente a la sequía. La particularidad es que puede crecer en lugares que no reciban más de 400 milímetros (mm) de lluvias al año. Es decir, necesita la mitad de agua que la soja con un paquete tecnológico que es muy similar.
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Su principal uso en la actualidad es para producción de la goma guar, un derivado con un mercado global de entre US$1200 y US$1300 millones al año. El 70% de su producción es demandada por el sector alimenticio. Mientras que el 30% restante es requerido por la industria farmacéutica, con una tendencia creciente.
Pese a que “el cultivo de guar” es ancestral, en Argentina solo en 2017 hubo registros de que se importaron las primeras semillas para un proyecto en las provincias de Salta y Santiago del Estero. Pero la iniciativa no avanzó y ni siquiera quedaron registros productivos de esa experiencia.
En este contexto, el licenciado en Administración Agropecuaria y consultor, Juan Javier Kahn, se encuentra trabajando en poder implantarlo en zonas semiáridas del país, que actualmente no son aptas para la agricultura y donde puede generarse una gran oportunidad comercial para los productores.
Según explicó a TN, este cultivo tiene un ciclo corto, de 120 días, y puede implantarse entre octubre y diciembre, dependiendo de la zona. “En el norte puede hacerse a partir de octubre, y si te vas un poco más para abajo puede estirarse la fecha de siembra”, detalló.
Según explicó, de la semilla se extrae un polvo blanco, la goma guar, en rigor un derivado de la leguminosa. Una de sus principales características es que absorbe hasta 50 veces su peso de agua.
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“Finalmente, se transforma en una gelatina que se utiliza para los embutidos y chacinados como un ingrediente. También sirve en el rubro farmacológico para tratamientos de insulinos dependientes o con problemas de obesidad, por sus cualidades de succionar tanta agua”, detalló.
La idea surgió a partir de la inquietud de un cliente de Kahn, perteneciente a la industria alimenticia, que le pidió estudiar la factibilidad de desarrollar esta leguminosa en la Argentina para no depender de su importación.
“Ya es tarde para producirla en esta campaña. Pero la idea es hacerlo en la próxima (2025/26) con 200 hectáreas que vamos a arrendar en La Pampa. La semilla ya está aprobada. Ahora tenemos que importarla y ajustar algunos procesos en la cadena comercial. La intención es sembrarla al norte de esa provincia, donde las tierras se arriendan a valor de ganadería, para probar si efectivamente podemos darle una alternativa atractiva a esas áreas más marginales para la agricultura”, relató el experto.
Como ventajas para los productores, Kahn comentó: “Es una leguminosa que aporta nitrógeno y esa ya es una buena razón para incorporarla a la rotación. Además, ocupa muy corto tiempo y es súper resistente a la seca, lo cual es su mayor ventaja comparativa respecto a los cultivos tradicionales”.
Con un rinde de entre 2000 y 2500 kilos por hectárea, la tonelada ronda los US$400 en el mercado internacional. “Podría tener un margen bruto de unos US$500 por hectárea. Con un costo similar de producción, hasta le gana en rentabilidad a la soja. Pero el gran atractivo es que no compiten, porque va en lugares donde el régimen de precipitaciones no permitiría sembrar soja. Me pareció súper interesante el cultivo y su desarrollo, para traerlo a la Argentina. Pienso que podría ser similar al boom de la soja en los años 70, cuando todo empezó muy de a poco”.
No obstante, Kahn aclaró que por el momento se trata de un “negocio de nicho”, que no reemplazará a la superficie de soja, pero es muy demandada en todo el mundo, con un ritmo de crecimiento que va al 5% anual.
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Consultado sobre por qué cree que el cultivo aún no logró expandirse en el país, Kahn respondió: “Supongo que desarrollarlo desde cero, sobre todo en lo que es su cadena comercial, es muy difícil. De hecho, me está siendo dificultoso importar la semilla. Intenté conseguirla por medio de una empresa de México que fomenta la producción del cultivo, distribuyendo las semillas entre los agricultores locales y luego comprándoles la cosecha. Pero no pude lograrlo y finalmente voy a tener que hacerlo en la India por medio de un intermediario”.
Por otro lado, explicó que siempre existen los miedos lógicos a innovar, sin tener la certeza de que podrá comercializarse.
Sin embargo, cree que en este caso será distinto, ya que la industria comienza demandando el producto, mostrando un interés genuino en su expansión.
“De hecho, un industrial es el que quiere hacer la importación de goma guar para producirla y abastecerse. Va a hacer todo el ciclo completo, desde la siembra hasta la industrialización, siendo también el consumidor final con todo el ciclo cerrado”, concluyó.