“La pasión por lo que hacés... fue mi herencia”, recordaba Juan María Traverso, evocando el legado de su familia en Ramallo, provincia de Buenos Aires. Desde su abuelo Ángelo Traverso, un inmigrante genovés que impulsó el desarrollo económico de la región con la instalación de un puerto en el río Paraná en 1890, hasta su padre Juan Cruz Traverso, ingeniero agrónomo que promovió la agroindustria en la década de 1940, la familia Traverso dejó una huella indeleble en el campo argentino.
Pero fue en las pistas de carreras donde Juan María encontró su verdadera pasión. A pesar de las dificultades para comenzar su carrera, desde su infancia mostró un interés desmedido por las competencias automovilísticas. “Desde chico tuve auto y me gustaba correr”, recordaba el legendario piloto, evocando los días en que daba vueltas por los caminos rurales del norte de la provincia de Buenos Aires.
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Después de cursar la secundaria en la Capital Federal, Traverso regresó a sus raíces en Ramallo para dedicarse a la actividad agropecuaria. Sin embargo, su pasión por correr en autos fue más fuerte. “Heredé la pasión... pero por el automovilismo”, afirmaba con orgullo.
Desde los inicios, Mauricio “Marito” García desempeñó un papel fundamental en la carrera de Juan María Traverso en el Turismo Carretera (TC). “Yo lo llevaba a las carreras a Juan María. Cuando empecé a correr con la Liebre el ‘Torino’,” recordó García en diálogo con TN. “El flaco era bravo para que obedeciera órdenes. Tuvimos que convencer a su padre para que lo dejara correr, y le explicamos a don Juan, junto con mi papá, que también era gente de campo, que si corría Juan María, sería mejor.”
Los Traverso: una familia que llegó desde Italia con el objetivo de producir desde el campo
En una entrevista reveladora, Juan María Traverso recordó las palabras de su padre con admiración: “El viejo se casó de grande, descubrí, me costó... la pasión de él era el campo. Era un agrónomo que era un loco de las plantas que a mí me costó entenderlo, y bueno, él disfrutó de lo que hizo porque le apasionaba lo que hacía. Para él no trabajaba y cuando me contaban que tenía 19 años y se iba al campo todo el día. Y eso era lo que le gustaba, él disfrutaba del campo, no era un trabajo. El viejo me contagió de eso ‘hace lo que te apasiona’”
En aquel momento, Traverso reflexionó sobre la importancia de seguir la pasión en el trabajo: “El que trabaja de lo que le apasiona, no trabaja, disfruta. Pocas empresas subsisten tanto tiempo, Fiplasto sigue existiendo, lo que inventaron estos viejos, tenían una visión en el tiempo increíble. El viejo era fanático de la agronomía y hablaba cuando era chico de la ecología”.
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En cuanto al legado de la compañía agroindustrial en Ramallo, Traverso explicó: “Cuando llega Fiplasto a la Argentina y ve lo que van a hacer se engancha, ve que es un producto ecológico para decirlo de alguna manera. Estamos hablando de una época, en la que este viejo junto al resto tenían una visión de desarrollo desde esta industria forestal”.
Finalmente, Traverso destacó el impacto económico de Fiplasto en la región: “Mucha gente piensa y pregunta por qué Fiplasto viene a Ramallo. Era el último lugar donde podían llegar los barcos por el río Paraná por la profundidad, era el lugar donde el puerto era natural y la cantidad de campos con plantas de eucaliptus, todo eso dio para que la empresa se radicara. Esto permitió que Ramallo transformara su economía”.
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En tanto, el profesor de Historia, Roberto Filpo en dialogo con TN, destacó el impacto de la familia Traverso en la región. “Angelo Traverso tenía el puerto, y desde allí se exportaban los granos hacia otros destinos. Juan Cruz, por su parte, fue uno de los impulsores de Fiplasto, una empresa que transformó la economía de la región norte de la provincia de Buenos Aires junto a la familia Leloir”, explicó Filpo.
En este contexto, según el relato del profesor Filpo, Ángelo Traverso comenzó su vida en América “ayudando a sus hermanos en el transporte de cereal en carros de su propiedad”. Con una “constancia económica de trabajo”, adquirió un pequeño capital que les permitió dedicarse a la compra y venta de cereales, obteniendo “buenas ganancias”. Poco a poco, formaron lo que sería la “fuerte casa cerealista Ángel Traverso”.
A pesar de enfrentar desafíos como una “invasión de langostas” y la devastación causada por “la seca y el granizo”, Ángelo Traverso continuó adelante, arriesgando “enormes sumas para avanzar en ese contexto”. Su visión de futuro y su valentía les proporcionaron “alivio para afrontar la crisis que se dio en aquel tiempo”, demostrando su compromiso y determinación en el campo argentino.