Cuando estaba haciendo las prácticas para recibirse de profesora de matemáticas, María Eugenia Bustos se dio cuenta de que esa carrera no iba a hacerla feliz. Su infancia en el agro, el ejemplo de trabajo de su papá y esperar a que lleguen los fines de semana para estar con los caballos, marcaron su destino.
Su padre fue por mucho tiempo el encargado de la estancia “La Tranquila”, ubicada a unos 50 kilómetros de la ciudad bonaerense de Olavarría. Hasta los 11 años ella vivió ahí, hizo la primaria en una escuela rural y la secundaria en la localidad de Loma Negra.
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“A ellos no les importa el género, sino que todo funcione”
Hoy, con 36 años, es una de las pocas mujeres de esa zona que ocupa el cargo de “peona rural”, administra el campo, coordina un equipo, y termina sus días “cansada pero muy feliz”.
“Mi papá trabajó acá durante más de 40 años. Cuando se enfermó, me vine a ayudarlo y el patrón, en una de las visitas que hizo, notó que yo estaba haciendo su trabajo. Me dijo que quería que me quede, pero que estudie, que no deje de formarme”, le contó María Eugenia a TN.
“Tengo patrones excelentes, muy solidarios y abiertos. Dijeron que si las tareas las estaba haciendo muy bien una mujer, ¿Por qué iban a cambiar? A ellos no les importa el género, sino que todo funcione”, afirmó.
Si bien reconoció que al principio “fue difícil ser la hija del encargado y estudiar a la vez”, destacó: “Siempre los patrones nos incentivaron y ayudaron. Mi hermana es cosmetóloga, esteticista e instructora de yoga, y a mí ahora me queda rendir la tesis en Córdoba para recibirme de licenciada en administración agraria”.
“No se puede vivir haciendo cosas que no amamos”
La peona de “La Tranquila” se convertirá así en la primera integrante de la familia Bustos en tener un título universitario. “Para mi papá es un orgullo. Si él no estuviera acá, yo no habría llegado tampoco. Siempre me dio lugar porque siempre nos respetamos”, dijo.
A pesar de todo lo que aprendió haciendo, asegura que “en el campo hay mucha tecnología para aplicar y es clave estudiar, y estar actualizada”. “Son muchas las mujeres que desde siempre ayudamos en el campo, pero no todas lo tienen como un trabajo formal”, indicó.
“Yo digo qué hacienda vender, cuándo, planifico la vacunación, todo. La confianza que me tienen es hermosa, y más todavía en la emergencia que pasamos por la sequía de este último tiempo”, contó.
Aunque ahora logró ganarse un lugar de reconocimiento tanto en la estancia como en el sector en general, al principio “fue difícil” porque muchos trabajadores no quería coordinar las tareas con ella. “Me decían que yo no sabía, pero mi papá los mandaba de vuelta a hablar conmigo y ahí se daban cuenta de que todos tenemos puesta la misma camiseta, que todos queremos que en el campo las cosas salgan bien”.
A María Eugenia le “encanta todo lo que tiene que ver con genética e inseminación”, y considera que “ayudar a parir a la hacienda es una de las cosas más gratificantes”.
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En un contexto donde el trabajo rural de la mujer está más visibilizado, la peona de Olavarría dice que trabajar en el sector “es posible, es una elección de vida”. “Es mi lugar, acá soy feliz, pero hay que buscar la manera, mostrar que una puede e insistir para que nos den oportunidades. Podemos hacer las cosas igual o incluso mejor que los hombres porque tenemos otra perspectiva y organización”, analizó.
A las mujeres que les apasiona el trabajo en el agro pero se dedican a otras actividades, María Eugenia las incentivó a que “se animen, que no pierdan las ganas de hacer lo que les gusta”. “No se puede vivir toda la vida haciendo cosas que no amamos”, concluyó.