“¡Buen día! ¿Cómo te va? Te escribo porque vi una foto tuya que me resultó interesante para postear en la página, siempre y cuando estés de acuerdo y me otorgues tu autorización. En caso de no ser así se entiende la decisión. Muchas gracias y saludos!”.
Así se comunica Katia Bonicalzi Giménez con los usuarios de Instagram, Twitter u otra red social cuando sus ojos “detectan” una foto o un video que refleje el trabajo en el campo argentino.
“Trato de mostrar cómo se vive el día a día en las distintas actividades”, explicó la joven de 20 años a TN, que en 2018 decidió crear el Instagram campo_argentinok, que ya cuenta con casi de 39 mil seguidores. Además, administra una segunda cuenta llamada agro_pasteurenses, en honor a la ciudad donde nació.
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Ejemplares de distintas razas bovinas, caballos, cerdos, ovejas, lotes de cultivos, cosechadoras levantando polvareda, ronda de mate, amaneceres y atardeceres; a todas las imágenes de su página las une un objetivo en común: mostrar la diversidad del campo argentino de norte a sur y de este a oeste del país.
Katia es una 4x4: estudia agronomía, trabaja en el campo familiar los fines de semana, administra dos cuentas de Instagram, y a veces, ayuda a su hermano mayor que es contratista rural.
Como tantos proyectos, el de Katia surgió ante una necesidad. “Mandaba fotos o videos a la mayoría de las páginas de campo y ninguna las publicaba. No solo me pasaba a mí, sino también a muchos de mis amigos. Hace cuatro años empecé con la mía y a la gente le gustó: lo hice para que todos puedan tener la chance de compartir lo que hacen”, contó la estudiante de Agronomía.
Entre los jóvenes no hay codicia sino generosidad en las redes: aunque no se conozcan cara a cara, muchos replican los posteos de otras páginas de Instagram. “La idea es que podamos colaborar entre todos y difundir cómo se trabaja en el campo. Hay mucho esfuerzo detrás de cada página; la mayoría son chicos de mi edad que le ponen pasión y garra todos los días”, explicó la pasteurense.
Una joven rural que estudia y trabaja los siete días de la semana
Katia nació el 4 de noviembre de 2001, en Pasteur, una pequeña localidad del partido de Lincoln, en la provincia de Buenos Aires, y es la menor de cinco hermanos.
De lunes a viernes vive en Junín, donde cursa el tercer año de Ingeniería en Agronomía. Todos los viernes viaja a su pueblo natal para pasar el fin de semana en el campo, a unos 12 kilómetros de Pasteur, donde realizan ganadería y agricultura.
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Sus recuerdos de infancia son horas y horas compartidas con su familia en plena pampa húmeda, pero reconoce que a partir de los 13 años “le tomó el gusto” y comenzó a ir todos los días ni bien volvía del colegio.
Hoy, reparte su tiempo entre sus estudios, el campo y sus páginas. “Cuando llego de la facultad me explota el celular de la cantidad de material que me mandan. Además, si veo algo que me gusta también lo posteo, siempre con la autorización del autor”, explicó.
Su día parece tener más de 24 horas: edita fotos y videos con diferentes programas, arma reels, consulta información sobre el sector, responde mensajes y sube historias. Y hace todo sola. “Estoy pensando en buscar a alguien que me ayude”, reconoce.
“Me levanto, y antes de ir a la facultad, estoy con la página; termino de almorzar y trabajo en la página, me tomo un recreo y me meto en la página”, explicó entre risas, y agregó: “Todo el tiempo libre que tengo, fuera del estudio, se lo dedico. Me apasiona, sobre todo la interacción con la gente”.
Este año va por más: quiere expandir el contenido de la página y empezará a hacer notas para explicar ciertas actividades con mayor detalle.
“Las estadísticas me muestran que tengo muchos seguidores de la ciudad, por eso quiero poner el foco sobre ciertos temas del campo donde veo que la gente opina sin saber. Muchos creen, por ejemplo, que el tambo es ordeñar una vaca y ya está. Hay que explicarles que eso no es así, y que hay muchas personas que dedican tiempo y sacrificio a la lechería los siete días de la semana”, afirmó.
La joven ya se contactó con un par de tambos ubicados en la zona que ya le dieron el visto bueno. “Tengo que organizarme y prepararme para ir a visitarlos, sacar fotos, filmar, y entrevistarlos para generar un buen reflejo de la importancia de lo que hacen y cómo lo hacen”, explicó.
Esas y otras ideas vuelan en su cabeza, en un cuerpo que no para de moverse guiado por un corazón campero, que sin ninguna retribución monetaria, quiere que el campo crezca.